Pon un traductor en tu vida

¿A quién no le ha pasado el estar en una reunión importante y que parte de la reunión sea en inglés u otro idioma? En el mundo globalizado en el que vivimos, no es raro que las empresas tengan contacto con otras de diferentes países. Así que ponemos nuestra mejor cara de póker, asentimos, sonreímos e intentamos seguir el hilo de la conversación.

¿Y qué pasa si de repente alguien lanza una broma y todos se echan a reír? A ti no te queda otra que sentirte cual pez fuera del agua y usar tus mejores dotes teatrales para no quedar en evidencia. ¿Te ha pasado alguna vez? Si es así, tal vez vaya siendo hora de hablar de la importancia de la interpretación y de la traducción para poder evitar el mal trago.

¿Qué es lo que hace especial a un traductor?

Tu primo el que estudió el Erasmus en Londres no es traductor. El vecino que ha estudiado Filología inglesa tampoco es traductor. Y es que no solo por saber dos o más idiomas se puede ser traductor, sino que también es necesario tener toda una serie de características distintivas:

  • Competencia lingüística: Esto implica no solo conocer la gramática y el vocabulario, sino también entender las sutilezas y matices de cada idioma.
  • Conocimiento de la cultura: Debe tener un profundo conocimiento de las culturas asociadas con los idiomas que traduce. Esto le permite evitar malentendidos y adaptar el contenido a las sensibilidades culturales.
  • Atención al detalle: Es crucial; un pequeño error puede cambiar el significado de una frase y, en consecuencia, el mensaje completo. Un solo cero de más en la dosis especificada de un medicamento puede hacerte acabar en el hospital.
  • Creatividad: Encontrar soluciones ingeniosas para transmitir ideas complejas o expresiones idiomáticas que no tienen una traducción directa.
  • Documentación: Un buen traductor no dudará en buscar información adicional para asegurarse de que el contexto y la terminología sean precisos.
  • Empatía: Entender las necesidades del cliente y del público final, asegurándose de que el mensaje se comunique de manera efectiva y auténtica.

El arte de traducir

Traducir es un verdadero arte. Las palabras tienen mucho más detrás de lo que aparenta en un primer momento. Los traductores automáticos pueden hacer un trabajo decente, pero a menudo se quedan cortos cuando se trata de captar el tono adecuado o el sentido del humor.

Un traductor les saca todo el jugo a las palabras, hasta el último matiz que haya escondido en ellas. No solo traduce dichas palabras, sino que además traduce las emociones y los contextos culturales subyacentes.

Este arte hay que pulirlo, trabajarlo, definirlo… Y eso se consigue obviamente con la experiencia, pero también a través de un constante reciclaje, de cursos, de formación y, en definitiva, con una eterna curiosidad por aprender más de las lenguas de trabajo y sus culturas…

 

En definitiva…

Un buen traductor no es simplemente un puente entre idiomas; es un verdadero profesional, un experto en su materia que combina todas las características que ya he mencionado, que le permiten transmitir significados y emociones de manera efectiva.

Al elegir un traductor humano, se garantiza una comunicación auténtica, adaptada a las necesidades del cliente y del público. En los tiempos que corren, nuestro mundo está globalizado y contar con traductores de calidad es esencial para conectar diferentes culturas y que todo el mundo se pueda entender. Con lo cual, ¡no cabe duda de que la traducción es un arte que debería ser valorado!

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